Por Dr. Carlos Valenzuela


Una de las más profundas perversiones que está viviendo Chile es la falta de Carrera Académica Nacional con exigencias internacionales. La proporción de profesionales que no tienen carrera académica y que está ejerciendo en universidades y en la educación superior es enorme. Hay universidades que han contratado a los profesores de enseñanza media como académicos de disciplinas básicas. Muchas facultades de medicina han reconocido categoría académica a profesionales de la salud sin ninguna preparación o exigencia académica. Como la universidad es autónoma por la ley LOCE y LGE puede nombrar a cualquiera en los niveles académicos que se le ocurra; insisto esta es una de las mayores perversiones que Chile está viviendo, donde la inmoralidad que vemos en la esfera empresa-política pasa a ser una perversioncilla casi intrascendente. Peor aún, centros médicos, hospitales, policlínicos son reconocidos como centros docentes sin tener ninguna categoría académica ni estar acreditados académicamente. Este juicio surge al preguntarse sobre la trascendencia ética en las generaciones de profesionales que se forman en esos contextos falsos y estafadores.

Podría alguien discrepar diciendo que no hay tal diferencia, un buen hospital con profesionales que no son académicos enseñará tan buena medicina como un hospital realmente universitario.  Pero ¿quién ha demostrado científicamente que ese hospital hace buena medicina? Nadie, no tan sólo no lo ha demostrado, sino que no tiene a nadie que pueda hacer ese tipo de auditoría científica. Las acreditaciones que se hacen no se refieren a evaluaciones científicas de la actividad profesional en salud y se ajustan más bien al ejercicio profesional en Chile, en las condiciones de ese establecimiento, más por la optimización de la gestión y ajustes económicos que por calidad y cualidad de la actividad profesional. Pero se trata de enseñar la mejor medicina actualizada en el mundo, y otra cosa es la aplicación de esa medicina, con esa lex artis universal, al contexto actual chileno. Pero aunque así fuera, que ese hospital pasara la evaluación científica de su quehacer profesional en salud; nada prueba que pueda hacer una buena docencia a su vez acreditada y evaluada por una auditoría científica docente.

Entre la formación dada por un profesional-académico y la dada por un profesional-técnico hay diferencias sustantivas. Pero veamos previamente lo esencial de la formación académica para percibir más nítidamente las diferencias. Como toda formación integral la formación académica es educación en autonomía moral, intelectual, estética y espiritual integradamente. Los niveles de autonomía deberían alcanzar los estados o competencias auto y heterocríticas de las personas y de la disciplina en cuestión.

La autonomía intelectual implica la formación fundada y con competencia para fundamentar las concepciones o visiones de mundo que se tengan en este caso, además de la personal, de la de la disciplina a la cual se dedica. La autonomía crítica intelectual implica en la cultura contemporánea haber incorporado la metodología científica de tal modo de poder realizar investigación científica en la materia, en forma autónoma, y poder entender y criticar cualquiera publicación en esa disciplina.  Pero no tan sólo tener este nivel científico sino una perspectiva metacientífica o filosófica para darse cuenta los supuestos o marcos ideológicos disciplinarios desde donde esas investigaciones se realizan. En resumen, ser un científico en la disciplina, con dominio de matriz disciplinaria. El profesional-técnico y el docente técnico no necesariamente tienen esta expedición, ellos operan en la especialidad pero no necesariamente son críticos científicos de ella. No pueden analizar un trabajo científico para darse cuenta de las falencias, de lo que aportan y de lo que no aportan. No pueden discutirle a propagandista médico sobre los diseños experimentales, sobre los tamaños muestrales y otras características que hacen que un trabajo sea científicamente válido.

La autonomía moral o ética implica una valoración fundamentada de las concepciones que se tienen y respecto de la disciplina, implica la capacidad de análisis crítico ético de los trabajos científicos, de la atención de los pacientes, de las políticas de salud, de los protocolos ó guías clínicas, de las ideologías anexas a la atención profesional, de una visión crítica de los códigos de éticas del colegio respectivo. El profesional técnico no necesariamente tiene este nivel ético y en general no puede adquirirlo ya que sus instancias formativas no lo tienen. A lo más podrá fundamentar una ética deontológica del colegio respectivo y a atenerse a las normas de esa colegiatura.
La autonomía estética, que ya no se menciona en los currículos formativos, implica la apreciación, sensibilidad y dedicación a lograr una atención armónica del paciente equilibrando prudentemente todos los elementos necesarios para ejercer el arte médico, que implica la composición de esos elementos para alcanzar el óptimo de la acción médica. El cuidado, respeto, dedicación y diligencia en la atención del paciente son parte fundamental de este trato estético,  pero también la disposición de los elementos de la acción médica de tal forma de lograr el máximo agrado, comodidad, satisfacción por parte del que recibe esa acción. La estética directa de la acción médica muy presente en la cirugía, especialmente en la cirugía estética, en dermatología, pero en toda especialidad médica no debería ser nunca menospreciada. Es interesante considerar que para el profesional-técnico la estética puede estar tan presente como lo está para el profesional-académico, pero el académico ha tenido más oportunidades de conversar sobre este tema.

La formación académica actual si bien está desarrollada en la parte científica, algo en la parte meta-científica, regularmente desarrollada en la parte ética y prácticamente nada en la parte estética, estos desarrollos hacen una diferencia sustantiva con el profesional-técnico. Por otra parte el académico ha tenido que desarrollar las formas comunicacionales normadas para enseñar, técnicas de evaluación, técnicas docentes y otras necesarias en la formación profesional que se van aprendiendo en el equipo académico.

El académico no solo enseña sino que tiene una visión crítica fundada desde lo intelectual, lo ético y lo estético de lo que enseña. El académico que hace ciencia comunica conocimientos pero también la validez científica de ese conocimiento, el académico clínico enseña clínica agregando la crítica a la validez de los diagnósticos, procesos terapéuticos, insuficiencias de la matriz disciplinaria clínica y rangos de aplicación de esos conocimientos.

Concluimos que ser académico en sí mismo es una profesión normada, con ética propia, con desarrollo propio. No se adquiere la academia por simple ejercicio profesional y por lo tanto el profesional que no tiene la preparación académica y se presenta como profesor académico, es un usurpador y estafa al estudiante o al cliente. Además la carrera académica en Chile, que no existe a nivel nacional, sí existe a nivel de las grandes universidades tradicionales. Las pretensiones de muchas universidades de convertir a cualquier profesional en un académico por simple nombramiento es una falta grave a la ética profesional y a la ética ciudadana, pues es una estafa ya que ofrece una mercancía (formación médica) para lo cual no se tiene el oficio. La condición de académico es una especialización y especialidad como cualquier otra y el que pretende ser docente universitario debe acreditar esta especialidad.

Se tiene la idea que al ser médico especialista con experiencia clínica ya puede enseñar. Esto puede estar bien en semiología, identificación y clasificación de cuadros clínicos y manejo terapéutico por guías terapéuticas. Sin embargo esto dista mucho de constituir una buena clínica actual. No estar al día en fisiología, fisiopatología, farmacología y farmacogenómica personalizada, patología, etiopatogenia y otras disciplinas que están en rápido desarrollo, es una falencia grave. Para estar al día y poder enseñar actualizadamente debe ser capaz de leer críticamente la literatura científica sobre esas materias circunscritas a la disciplina correspondiente. Hay casos paradigmáticos como la transformación de la úlcera gástrica desde una patología quirúrgica a una patología bacteriana. En dermatología ya no se puede ignorar la inmunología y especialmente la auto-inmunología, la bacteriología, micología, virología, la genética, la biología e histología molecular, la farmacología molecular.  Puede un médico especialista ser docente de operatoria o técnicas médicas pero al momento de examinar críticamente su oficio no podrá hacerlo y menos delante de sus estudiantes. 
Por otra parte no se trata de enseñar al estilo antiguo que un maestro tenga a uno o más discípulos en su consulta clínica. La enseñanza universitaria actual de la medicina es la enseñanza de cuerpos colegiados de académicos que tienen especializaciones y sub-especializaciones y que trabajan en equipo, en instituciones de salud, con cuerpos integrados multi-profesionales. Una universidad que no tenga un campo clínico con estos cuerpos integrados multi-profesionales no puede enseñar medicina y menos una especialidad, que debería incluir al menos 7 académicos de los cuales 3 deberían ser profesores titulares o asociados (las dos más altas jerarquías académicas).